21.11.15

The Awakening by Alejandra Pizarnik



                   To León Ostrov

Lord
The cage has morphed into a bird
And has taken wing
And my heart is mad
For it howls at death
And smiles from behind the wind
At my delirium

What am I to do with fear
What am I to do with fear

Light dances no longer in my smile
Nor do seasons burn doves in my ideations
My hands have despoiled themselves
And have gone where death
Teaches the dead to live

Lord
Air punishes me for being
Behind the air there are monsters
Drinking of my blood

Disaster is nigh
It’s the time of full void
It’s time to bolt the lips
And hear the wretched growl
As I muse all my names
Hung in nothingness

Lord
I am twenty years old
And so are my eyes
And yet they say nothing

Lord
I have consummated my life in but an instant
The last innocence has burst
Now is never or never more
Or is it?

How come I don’t commit suicide in front of a mirror
And vanish only to resurface at sea
Where a liner would wait for me
Decked out in lights?

How come I don’t pull out my veins
And make them into a ladder
For me to escape to the other side of night?

The beginning has given birth to the end
Everything will stay the same
The worn-out smiles
The selfish interest
Questions of stone in stone
The gestures that mimic love
Everything will stay the same

But my arms still long to embrace the world
For they have not been taught
That time has run out

Lord
Jettison the coffins off my blood

I remember my childhood
When I was already an old woman
Flowers died in my hands
Because the wild dance of joy
Had ravished their hearts

I remember the black sunny mornings
A child I was then
That is, yesterday
That is, centuries away

Lord
The cage has morphed into a bird
And has devoured my hopes

Lord
The cage has morphed into a bird
What am I to do with fear



***
Texto: "The Awakening", from Las aventuras perdidas (1958), Alejandra Pizarnik. Translation by Juan Ribó Chalmeta and Irina Urumova.
Foto: Laura Makabresku.

10.11.15

Conversando con Alejandra Pizarnik



                         Alejandra Pizarnik (In memoriam)

                        "He tenido muchos amores -dije-
                         pero el más hermoso fue mi
                         amor por los espejos". A. P.


Vos, Alejandra,
que te erigiste en pájaro mitológico,
cantando abismos de silencio y palabra,
¿qué abominable destino
te impidió desovar luz allí mismo,
en los meandros de tu mente,
consagrada al ulular de los vientos
que la noche al primer sueño amarra?

Vos, que pudiste amar los espejos,
quizá los mismos que a Borges tanto horrorizaban,
¿cómo no encontraste -en tu visión última-
la imagen prístina que te reconciliase
con la verdadera Alejandra:
aquella que puede conjurar pesadillas
de rostros incendiarios,
para que ella te abriera paso
a la mayor de las auroras:
la que te hubiera nutrido con tu esencia y linaje
de soñadora impenitente,
capaz de atravesar todos los fuegos
para acariciar la rosa distante
y nunca temer sus espinas,
convirtiéndolas -con alquimia de sigilosa lucidez-
en peldaños que te llevaran -sin escalas-
en espiral hacia el Infinito?

Vos, Alejandra,
que arremetiste contra el velo
detrás del cual nos contemplan
nuestros ancestros y aún los dioses,
sin importarte las admoniciones del Dante,
¿a qué poeta iluminado comunicarás
tu privilegiada visión,
lejos por igual del dolor y la apatía?

¿Cuánto habré de preguntarte
antes de que una misma luz
nos permita disfrutar de un eterno presente
jugando a dialogar,
con la íntima certeza de sernos uno,
-olvidados de nuestros nombres
y de la vana insistencia
en sentirnos cuerpos distintos-,
ya sin la sombra de ser, vos, la hechicera
y yo, el hechizado?



***
Texto: poema de Rafael Roldán Auzqui.
Imagen: Alejandra Pizarnik, fuente desconocida.

27.10.15

(1936-1972) por Jamila Medina



(1936-1972)

GRAND PRISMATIC SPRING

sobre la enorme primavera del lago en el parque de la piedra amarilla

esteras de bacterias    entretejen la gran balsa azul de Flora

–estéril por la fiebre de un fondo de alta profundidad

pero tan maravillosamente multicolor a los lados

que las parejas desandan por los senderos

de madera apuñalados en el aire

sobre cuatro patíbulos.



Salta

del géiser

(un box spring)

el bosque virgen que no quisiste abrir

aunque espumaba a rabiar  –como un alkazelzer en un vaso–

y ella quería contarte lo que acontece antes y después de la muerte (de la noche).



La sirena del fango cuya belleza sobrenada en un manto de invertebrados acuáticos

(gusanos   caracoles     cangrejos libélulas…         pulsos de mujer)

no reina abajo;        deja tu inmensa balsa quieta.



La primavera

es todavía balbuceante

pero el verano aquí   rompe en humores ácidos (rojo lima)

y el invierno la arropará en un verde fronda       verde capullo destripado:

su huevo en ninfa larva pupa   y sola tú podrás al fondo refulgente de la charca

dentro del lago cruel: bocas pintadas de polichinelas   con hilos de oro  como la cara   de la princesa Wan Dou sobre una de las jade(antes)                                       2.600 teselas.



Te dejaré que lleves   sanguinolento el sexo bajo un abrigo blanco                   de plumón

y la mano enjoyada con alguna otra mano de mujer cortada  (quizás Norma J. Baker:

con los dientes blanqueados puntualmente en seconal)

que se te ajuste suave en la muñeca.



Rema y calla rema y calla chupa y rema

entre los ojos de buey del camaleón   veo un campo de algas trepadoras

de pulpos color vino y cabezas con pañuelos    que llenan de grafitis la lengua de tu voz

alzo esta cas/ja de música hasta la concha de tu oreja

escucha,           son Les Quartiers de París:    

una espiral de alcantarillas circulares

donde flotar en la stultifera navis.



La piedra de la locura, la piedra lunar, la piedra angular,

la piedra

filosofal

se puede extraer por la nariz y embalsamarte rápido

o puedes dejarte podrir emparedada en tu propio cuerpo

de junco de molino de trigo   de mancuerna de espigas    del arroz.



Del lodo

una capa infame

con incrustaciones de gusanos

medallones de almejas   crujiente frufrú de cuerpos de libélula:

serás de hierro entonces     un hierro al rojo vivo

que cunda entre los muslos cuando elijas

(ser Blanca Buda)



hasta que entre el invierno:

y seas de un verde ojos dormidos

un verde rabia de mujer y un verde

uñas de Sally Bowles

que en medio

de la nieve

calado

se atraviesa vertical: un árbol en vez de bulbo/a en flor.



Sobre el agua

del deshielo se podrán

rearmar para ti todas las muertes

caleidoscopio   con los iris   arrancados

en Yellowstone, THE GRAND PRISMATIC SPRING.



En corredores

púrpuras

y malvas:

soberbia

pudriendo lento

–como crece una alfombra

tejida a mano–

espinarás primero suave

y el oasis

irrumpirá violentamente por abril:

huertos de lilas

todas las lilas

vivas y muertas

a deshojar

en mayo.

Serás podada rigurosamente

prýgai, visná

(salta, salta, primavera)



acorralando



el jardín raja en ti.





***
Texto: poema de Jamila Medina (Holguín, Cuba, 1981).
Imagen: "Water Music", foto de Anka Zhuravleva.

14.10.15

¿Qué soledad es ésta, llena de otro, con sus ojos y sus manos y sus cabellos poblando la aparente soledad de tu noche?


Sábado, 18 de agosto [1962]

[…]

¿Qué soledad es ésta, llena de otro, con sus ojos y sus manos y sus cabellos poblando la aparente soledad de tu noche? Estás sola, escribiendo. Pero no estás sola. Aventura mágica, atroz. Ni siquiera escribes para ti. Su ausencia es un pretexto para que tú lo ames como quieras en esta habitación desolada en ruinas. Si viniera una sola vez, si una sola vez estuviera junto a  ti, hablando de cosas posibles de ver y de tocar, tú no amarías de esta manera acabada y perfecta. Pero como no viene estás atada —cuerdas entre sus ojos y los míos, entre sus manos y las mías, entre su sexo y el mío— su persona maravillosa que siempre ves delante de un resplandor penoso y lo ves perfectamente y lo amas y sabes que cuando sonría a miles de kilómetros en algún sitio lleno de humo y de música, el rostro de quien está con él se esfumará y será el negativo de una fotografía porque en verdad te sonríe a ti —su sonrisa atraviesa paredes y distancias (estás retribuyéndole la sonrisa mientras escribes, mientras le escribes)—, y te preguntas cómo podrás mirar sus ojos cerca del mar y qué le dirás, porque habrá otra gente entre tú y él y tú sabrás o no sabrás ocultar tu delirio por su mirada que merece un amor menos salvaje y temible e inútil que el tuyo. Porque puede calcular sus respuestas verbales o físicas en la soledad de tu cuarto, puedes amarlo u odiarlo en la desierta extensión de tu amor sin desenlace, pero no puedes predecir sus miradas, sus sonrisas, sus ademanes de placer o de disgusto cuando lo mires con tus ojos heroicos y harapientos. A veces quisieras construirle un palacio con las piedras que arrancarías con las manos llenas de sangre de los lugares más bellos y lejanos y a veces quisieras insultarlo a los gritos y bailar sobre su cadáver y decirle: “Si estuvieras muerto escupiría tus ojos, aun muerto te insultaría y te golpearía porque me has dejado tanto tiempo sola, debajo de una alcantarilla, amándote perversamente en lo más bajo de una soledad grotesca y pestilente, hecha de tu cuerpo invisible y de mi deseo por ti que sólo morirá conmigo”. Aun así, te amaré y me arrojaré sobre ti, te obligaré a todas las posturas posibles e imposibles de un acto amoroso que necesitará cumplirse, aquí abajo o en donde quieran, pero que se realizará por designio mágico, porque hasta un idiota como quien te ama comprende que en este mundo inmundo tanto deseo ha de cumplirse, en la tierra o en el cielo, según sea tu voluntad, amor mío. Pero no dejes que te odie: pensar en ti con odio es respirar agujas oxidadas. Cúrame de ti. Cúrame de tus ojos que merecen un amor más articulado y bello que el que no me deja respirar en estos instantes. Déjame llorar en tu hombro, acaríciame la cara, ruégame que sea sana y prudente y sensata y sálvame de mi locura por ti. Esto es fácil de pedir, así, por escrito. Pero tú nunca me leerás. Por eso, cuando me veas, dentro de unos días, hostil enemiga o demasiado servil o huyendo de ti para irme con otro en la noche de las sustituciones, tienes que saber que lo hago por ti, porque apenas conozco tu lengua y no sabría hallar las palabras que te [dijeran] informaran que vives en mí y mueres conmigo, cada noche. Y aunque hablara tu lengua, aunque tú hablaras la mía, los dos sabemos que no se trata de gramática ni de riqueza de vocabulario. Lo que nos sucede está tan lejos que achacar a la lengua lo que no sería posible decir en ninguna es una cosa risible, digna de quien está en un estado vertiginoso y apremiante como yo. Y cuánto me hace querer morir la sospecha de que me llorarás. Y estar en agonía, llamándote, y que vengas —quién se niega a tu último llamado; no tú, con tu bondad sin límites—, y que vengas a comprobar mi amor absoluto, cifrado en tu nombre que pronunciaría como una santa el de Dios. Y tú me besas —por una vez— y me hablas con tu voz que no imagino cerca del mar. Pero no es así; mi cuerpo es joven, ingenuamente sano, y mi sexo se abre y se cierra, aletea infinitamente como una paloma petrificada en el momento del arrullo que así se quedó y lo emite para siempre. Angustia del sexo abriéndose y cerrándose a la espera del tuyo que no vendrá, labios funestos que no dejan de susurrar su clamor fálico. A veces me toco, cierro los ojos y me digo: Es tu mano. Imposible el orgasmo a larga distancia. Quiero lo tuyo y lo digo. No me consuelan los otros, nadie me consolará nunca. Quiero tu sexo y lo digo, quiero dormir contigo y lo digo. Quiero hundirme en tu abrazo —una sola vez siquiera— y gemir al unísono contigo, mi lengua en la tuya, en el silencio de la noche que ya no será noche sino una isla de perfumes y delicias apenas soportables en las que necesitaré de toda mi inocencia y de toda mi perversidad y de un coraje inaudito para sobrellevar tanta dicha —que no sé imaginar pero que será (lo presiento) infinitamente más terrible que tu ausencia de ahora, que mi angustia de ahora, en esta noche en que te amo tanto y en que te odio porque no vienes.



***
Texto: fragmento de la entrada del diario de la autora (Lumen, nueva edición ampliada) correspondiente al 18 de agosto de 1962.
Imagen: fotografía de la serie "El ojo del amor" de René Groebli.

26.9.15

Haz un dibujo, haz un poema...



25 de septiembre [1962]

(Haz un dibujo, haz un poema, que diga rápidamente, con urgencia, que no te quiere, que más aún: le eres indiferente, que tal vez te desprecia o ni siquiera eso; que lo molestas).




***
Texto: fragmento de la entrada, del 25 de setiembre de 1962, del diario (Lumen).
Imagen: "Miedos" de Laura Makabresku.

19.9.15

Tremendos anhelos. Sólo se me ocurre decir ¡te amo!, ¡te deseo!...


19 de julio [1955]

Tremendos anhelos. Sólo se me ocurre decir ¡te amo!, ¡te deseo!

Ni una imagen poética acierta a pasar por mi mente. Sonrío. ¿Hay más poesía en algún lado que en el rostro del ser amado?

Cierro los ojos y recuerdo el momento de mis labios sobre los suyos. Extraño. Me es difícil recordarlo. En ese instante estaba inconsciente. Ahora pienso que tendría que haber sido distinto. Que fue un beso torpe y excesivamente fugaz. Que al iniciarlo yo, tendría que haberlo dado con las fuerzas que se lo pedí. ¡Bah! ¡Valiente razonamiento! Sí. Ahora que la terrible emoción pasó. (Clavo mis uñas en la palma de mi mano.) Antes, cuando no había sentido aún sus labios, me consolaba pensando en su frialdad. Pero ahora… ¡ahora! Jamás sentí labios más exquisitos, más suaves, más maravillosos que los de… Me desespero pensando y pensando en ese beso de despedida. Es como haber pegado para siempre su rostro en mí. Estoy atada a sus labios.

Escribo para no angustiarme tanto. Sólo me consuela el momento de verlo de nuevo.



***
Texto: fragmento del diario de Alejandra Pizarnik, entrada del cuaderno del 19 al 31 de julio de 1955 (Editorial Lumen).
Imagen: "El beso", Edvard Munch.

5.9.15

Cuando era más chica, despertaba llorando y era feliz por la noche...


7 de agosto [de 1960]

Cuando era más chica, despertaba llorando y era feliz por la noche. Ahora es lo contrario. A las seis de la tarde —hora fatal para las solitarias— muero y remuero. Me transformo en una bestia encerrada, impotente en su enorme fuerza inútil. ¿Es esto la adultez?, pregunto. ¿Ser una persona grande es odiar la niebla y la oscuridad? La vida es demasiado larga, creo, siento. No es larga cuando hay muchas cosas que hacer. Pero cuando no se hace nada o se espera todo, que es lo mismo, entonces la vida es larga. Pero yo me veo forzada a pensar en la vida. Desde hace muchos años, desde que me di cuenta que sufría demasiado tuve que pensar en mi vida. Y entonces pensé en mi vida:

-Tienes que salir de esta situación.

-No sé cómo.

-Tú crees que estás sufriendo para algo, para alguien. Aún no sabes que no hay a quién demostrar que se sufre.

-Pero yo debo sufrir. Es como si debiera vengarme.

-Tienes que salir. Ve a un museo, ve a pasear, usa tus ojos, no los guardes, ya es hora de que los uses.

-Quiero que me cosan los párpados, así sabré que no veo no porque no quiero sino porque no puedo.

-Debes salir. Tienes que usar de tu ternura. No puedes dejarla sepultada en tu espera.

-Tengo miedo de salir.

-Todos tienen miedo.

-Pero yo más, porque nunca he salido y los otros ya han salido y tengo que hacer un esfuerzo muy duro cuando estoy con alguien para fingir que yo también he salido. Y no es verdad. Jamás he visto nada ni ido a ninguna parte.

-Tienes que salir y ver a la gente.

-Tengo miedo de la gente. Siento que engaño a la gente. Que la engaña mi cara, mi voz, mi cuerpo. Es un esfuerzo muy duro hablar: como si yo también tuviera una vida propia, como si también a mí me pasaran cosas, es un esfuerzo muy duro ocultar mi sorpresa por estar afuera, hablando.

-Tienes que salir.

-Sí. Voy a salir. Quiero vivir como todos.

-No. No es verdad.

-Sí. No es verdad. No quiero vivir como todos. No puedo creer que yo también entraré en la vida de ellos y yo también haré lo que hacen ellos.

-Te crees distinta.

-Es verdad. No puedo creer que mi vida será como la de ellos. No sé nada, lo ignoro todo, pero no puedo creer que lo que hacen ellos es la vida. Mi vida no será como la de ellos.

-Si no sales tu vida no será nunca nada. Será como ahora. Una espera vacía.

-No sé adónde ir. Todo es provisorio. La gente es provisoria. Son seres que están en tanto no aparezcan los otros, los verdaderos.

-Quieres decir los que no existen, los que habitan tu delirio.

-No puedo ser amiga de la gente, la gente no es mágica, no tiene halo, es como la necesidad de comer y de orinar y de bañarse. Yo quiero que la gente sea del color de mis sueños. Quiero que la gente sea mágica.

-Tienes que salir y ver a la gente.

-Pero tienen mal gusto, como un remedio para la tos. La vida de ellos tiene mal gusto, hay que vivirla con los dientes apretados, pensando en otra cosa, entreteniéndose con otras cosas, porque de lo contrario es insoportable.

-Tienes que vivir como ellos.

-Lo haré. Pero su vida gotea como una canilla rota, da ganas de llorar, como cuando se contempla un reloj viejo y enorme en una sala desierta. Los minutos se suceden como el llanto de un gato. Si es preciso vivir como ellos viviré, pero siento que renuncio a todo.

-Lo que llamas todo es tu espera vacía, tu nada. Ellos tienen poco, pero tienen algo. Tú también debes entrar en la vida de ellos y tratar de conseguir también tú un poco de algo, algo de algo.

-Lo haré. Pero sólo con la voluntad. Nunca con mis deseos.



***
Texto: entrada del diario de Pizarnik, tomada del blog Amor Líquido.
Imagen: fotografía de Alejandra Pizarnik.

29.8.15

es muro es mero muro...


es muro es mero muro es mudo mira muere




***
Texto: verso del poema "La verdad de esta vieja pared" de Los trabajos y las noches (1965).
Imagen: fotografía de Daria Endresen.

3.8.15

Una luz, una lámpara...


Una luz, una lámpara,
la lejanía de la noche.
La lejanía de la lejanía
nace de mí, nace con música.

Vivir libre.

En los confines
las arenas,
la soledad,
la divina quietud del sexo.

Libertad de ser sólo ceniza.

Muero en la música de los sexos.



***
Texto: "Poemas no recogidos en libros 1956-1960", Alejandra Pizarnik. Poesía completa (Lumen).
Imagen: "We are time" (2007), acuarela sobre papel, Santiago Caruso.

11.7.15

Comunicaciones



El viento me había comido
parte de la cara y las manos.
Me llamaban ángel harapiento.
Yo esperaba.



***
Imagen: fotografía de la serie dedicada a Alejandra Pizarnik de la fotógrafa Valeria Cuska.
Texto: poema del libro Los trabajos y las noches.

3.7.15

Recuerdo de Alejandra por León Ostrov



Hace veinticinco años —fue a mediados del 57— una mujer me llamó por teléfono para pedirme una entrevista. Mi primera impresión, cuando la vi, fue la de estar frente a una adolescente entre angélica y estrafalaria. Me impresionaron sus grandes ojos, transparentes y aterrados, y su voz, grave y lenta, en la que temblaban todos los miedos. (Me acordé de esa criatura perdida en el mar de un cuento de Supervielle). El diálogo que entonces iniciamos, y que duró poco más de un año, continuó después, ya instalada en París, en cartas que no hacían más que corroborar lo que desde los primeros momentos supe: que con Alejandra Pizarnik, romántica y surrealista, pero por encima de todo, ella, Alejandra, inclasificable y única, algo importante se incorporaba a nuestras letras.

Alejandra me traía, habitualmente, un poema, páginas de su diario, un dibujo (había comenzado a asistir al taller de Batlle Planas). Y ahora lo puedo decir: no podía sustraerme al goce estético que su lectura, su visión suscitaban en mí, y quedaba, en ocasiones, si no olvidada, postergada mi específica tarea profesional, como si yo hubiera entrado en el mundo mágico de Alejandra no para exorcizar sus fantasmas sino para compartirlos y sufrir y deleitarme con ellos, con ella. No estoy seguro de haberla siempre psicoanalizado; sé que siempre Alejandra me poetizaba a mí.

La entrega de Alejandra a la poesía era total, absoluta. Fue lo que le permitió resistir —hasta que decidió abandonar la lucha— los embates del viento feroz. La irrenunciable y heroica tarea de acercarse al caos para entrever su ley secreta, de atisbar en las tinieblas para iluminarlas con el relámpago de la palabra precisa y bella fue la tarea que eligió como definición de su destino. (Necesito hacer bellas mis fantasías, mis visiones. De lo contrario, no podré vivir. Tengo que transformar, tengo que hacer visiones iluminadas de mis miserias y de mis imposibilidades… Hoy me apliqué varias horas a Góngora… él "sabía", se daba cuenta de las palabras, de todas y de cada una).

Siempre confié en Alejandra. Más allá de sus desfallecimientos, de susabandonos, de sus renuncias, de sus angustias, de sus muertes —de su muerte— sabía yo que estaba salvada, irremediablemente, porque la poesía estaba en ella como una fuerza inconmovible. Y si los poderes oscuros,algunas veces, parecían ganar terreno, no era más que el trámite inevitable para que, después, lo terrible entrevisto se convirtiera en condición decrecimiento y de mayor lucidez. Hasta que Alejandra —hace diez años— decidió interrumpir su búsqueda. ¿Porque había ya encontrado? ¿Porque sintió que nunca encontraría? (Simplemente, no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna… No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en las cosas concretas; no me interesan… Yo no sé hablar como todos. Mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie…¿qué haré cuando me sumerja en mis mundos fantásticos y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un "saber volver". Ni lo querré acaso).

En una carta le contaba que en mis últimos días de París, allá por el 55, había resuelto llevarme algo de la ciudad —el inexcusable souvenir— y morosamente le narraba mi aventura. Alejandra, a su vez, me confió que detener que llevarse algo, como recuerdo de su estancia en París, se llevaría la fachada de una casa medio derruida que había visto en un pueblito — Fontenay-aux-Roses— cuya estación de ferrocarril está llena de rosas. Las ventanas de esa casa eran de color lila, pero de un lila tan mágico, tan como los sueños hermosos, que imaginaba que entraba en ella, y una voz la recibía: Hace tanto que te esperaba… Y allí se quedaba —para siempre — porque ya no tendría que buscar más.



***
Texto: palabras del psicoanalista León Ostrov, tomadas del libro Alejandra Pizarnik |León Ostrov. Cartas (Euvim).
Imagen: fotografía "Cosido a mi corazón" de Anna O.

21.6.15

A propósito de la poesía de Pizarnik (o La transparencia suicida), de Marcos Vieytes



Notas escritas en los blancos de las páginas de tres o cuatro libros de la autora.

I

La poesía es sonoridad, dejarse llevar por la música interna de las palabras, que no es sólo la del sonido físico de ellas en el idioma original, sino la del espíritu de quien las escribe: es como engarzar trozos del ser en un lapso de tiempo o trazar su contorno en un espacio de papel. El resultado es algo parecido a una radiografía circunstancial del yo, o del yo circunstancial, que ya es otro yo una vez fijado en el poema. La poesía es desnudez, y Pizarnik no conseguía vestirse siquiera con la prosa: ni así podía ocultarse. Es un desprendimiento y desamparo tan agudo el que me abruma cuando la leo, que suelo espaciar la experiencia, escanciarla. Además de que al hacerlo, igual que con El oficio de vivir de Pavese, no me puedo olvidar de su muerte. Y pienso en los textos que leo como si fueran eslabones que le ataron a ella. Como si cada letra suya leída por mis ojos me hiciera cómplice del suicidio.


II

Además, esa mujer no deja nunca de conversar con quien la lee. Es imposible poner distancia entre uno y sus poemas. Arma con la segunda persona una intimidad que lastima. Porque se ofrece, pero uno sabe que ya es tarde. Y no sólo porque ha muerto, sino porque siempre lo fue. Aún con el poeta en vida, la poesía lírica no deja de ser nunca un soliloquio, una prueba de sonido que estamos destinados a ver (antes que oír) separados por un blíndex grueso y mudo, sin otra posibilidad que la de participar a la distancia, interpretando signos ajenos, lisiados. Doblemente crueles son entonces esos mecanismos discursivos, tan frecuentes en ella, por los cuales uno se siente invitado a entrar en sus poemas, a salir de sí mismo, sin ser nunca recibido del todo.


III

La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos


IV

Siento que la suya es una escritura quebradiza. No diría débil porque hay un grado de fortaleza sobrehumano, monstruoso, en la continua exposición de sí misma que lleva a cabo, sino sonoramente frágil: pienso en ese estruendo de las hojas caídas de los árboles cuando son pisadas por las suelas de los zapatos de los transeúntes. Los huesos de los poemas de Pizarnik crujen. También pienso en la escritura de Silvina Ocampo cuando la leo (y en cosas que adelgazan por propia voluntad).


V

Tú haces de mi vida esta ceremonia demasiado pura.


VI

pureza que espanta

no sé si su poesía vuelve helada a la materia, pero sí que materializa la helada o que coagula o cuaja materias heladas: horrores, insanía, soledad

le da vida a lo frío, a lo más feo, a lo más solo y vacío de nosotros mismos

y con dulzura, encima

sin medir jamás las consecuencias

debe ser la más gótica de nuestros poetas, la más Poe-ta de todos


VII

Del combate con las palabras ocúltame y apaga el furor de mi cuerpo elemental.


VIII

Tarkovski decía que lo suyo no era ser profeta, sino poeta, decidor de plegarias. Son muchas las veces en que los versos de Pizarnik tienen forma de petición. ¿Qué hace uno con eso, entonces, impotente oidor de rezos que enfatizan nuestra pequeñez, nuestra falibilidad? Porque ya no hay -ni hubo nunca, es cierto, debo recordármelo para eludir esa fantasía inmodesta del héroe salvador- posibilidad de responder a eso. Leyéndola se queda uno siempre con la conversación atravesada en la garganta.


IX

Hay veces que dan ganas de violarle los versos ("Hay vestidos femeninos tan bellos que se querría desgarrarlos", El oficio de vivir, Cesare Pavese). Ganas de ser Randolph Scott en una de Boetticher, pegarle un par de cachetazos secos como hacían las grandes figuras masculinas del western para volver a la realidad a las mujeres que sufrían un ataque de nervios, y sacarla del trance lírico en el que se mete y nos mete con elocuencia suicida. El yo lírico de Pizarnik reclama una violencia amorosa que le permita recuperar los bordes físicos del mundo, las texturas, los volúmenes, la materia: su propio cuerpo, al fin y al cabo (acaso el amor no debería ser otra cosa que eso capaz de traernos de nuevo al mundo concreto tangible, en lugar de ese viaje fantástico que nos aleja de ello tentados por la especulación. ¿El amor como principio de realidad? También me extraña un poco formularlo, pero sí).


X

tú me desatas los ojos


XI

El destino –la posibilidad de comunicación o comunión- de muchos de sus versos, se juega en el sonido de las ‘des’ y de las ‘eres’. O en una coma de más o de menos (pero el poeta argentino de las comas, creo, es Saer, esto dicho sin haber casi leído a Juan L., de quien desciende o, más bien, deriva como si de un delta se tratara. Ramificación de la poesía de Ortíz, quien acaso sea el poeta argentino de los puntos suspensivos).


XII

La poesía de Pizarnik es una trampa de la comunicación. Proclama una cercanía que no clausura la distancia, sino la acrecienta. Propone un abrazo incorpóreo como el de los personajes de Kiyoshi Kurosawa en Kairo, que rodean el aire reclamados por un recuerdo o por la presencia inasible de los muertos. Pizarnik es la muerta elocuente que solicita ‘ayuda’ desde el más allá, el poema es su abrazo de Medusa o médium, y nosotros los que vamos a ella afantasmándonos con los versos abiertos.


XIII

Hay dolor extremo, insalubre, en Pizarnik, un dolor que te atraviesa como las agujas de las que habla en Una traición mística, un dolor/silencio que se chupa al lector y lo desangra, lo deja seco como en Lifeforce, de Tobe Hopper, en las que una fuerza extraterrestre encarnada en una mujer desnuda le succiona la energía vital a los hombres, y sólo quedan de estos los cuerpos arrugados como pasas de uva o frutos secos. La suya es una especie de poesía vudú, versión poética de Yo caminé con un zombie.



***
Texto: anotaciones de Marcos Vieytes tomadas del blog Hacerse la crítica.
Imagen: fotografía de Pizarnik por Sara Facio.

15.6.15

Moradas

 

                             A Théodore Fraenkel

En la mano crispada de un muerto,
en la memoria de un loco,
en la tristeza de un niño,
en la mano que busca el vaso,
en el vaso inalcanzable,
en la sed de siempre.



***
Texto: poema del libro Los trabajos y las noches (1965).
Imagen: "La marcha de la Muerte" (1896) de Magnus Enckell.

6.6.15

Lazo mortal


Palabras emitidas por un pensamiento a modo de tabla del náufrago. Hacer el amor adentro de nuestro abrazo significó una luz negra: la oscuridad se puso a brillar. Era la luz reencontrada, doblemente apagada pero de algún modo más viva que mil soles. El color del mausoleo infantil, el mortuorio color de los detenidos deseos se abrió en la salvaje habitación. El ritmo de los cuerpos ocultaba el vuelo de los cuervos. El ritmo de los cuerpos cavaba un espacio de luz dentro de la luz.




***
Texto: poema del libro El infierno musical (1971).
Imágenes: serie fotográfica "Dead Lovers" de Laura Makabresku (marionetas de Justyny Banasiak).


30.5.15

He decidido cesar las aventuras sexuales...


He decidido cesar las aventuras sexuales. Al menos, hasta que el amor no me arrastre fuera de mí y me obligue a cumplirlas. Lo demás, en mí, es literatura.




***
Texto: fragmento de la entrada del 15 de enero de 1959 del diario personal de Alejandra Pizarnik. En: Diarios Nueva Edición de Ana Becciu (Barcelona: Lumen).
Imagen: "La odalisca está triste" de José Miguel Rojas.

25.5.15

Y yo pensé que tal vez la poesía sirve para esto...



30 de diciembre, domingo [1962]

¿Cómo escribir lo que me contó K. durante tantas horas? Cuando leyó un poema mío (muy doloroso) me dijo que se sintió mejor, que mi poema fue como un bálsamo para ella. Y yo pensé que tal vez la poesía sirve para esto, para que en una noche lluviosa y helada alguien vea escrito en unas líneas su confusión inenarrable y su dolor.



***
Imagen: "Ofelia (autorretrato)", mayo de 2015.
Texto: entrada del diario de Alejandra Pizarnik correspondiente al 30 de diciembre de 1962.

8.5.15

Balada de la piedra que llora


                        A Josefina Gómez Errázuris

la muerte se muere de risa pero la vida
se muere de llanto pero la muerte pero la vida
pero nada nada nada



***
Texto: Alejandra Pizarnik. Poesía completa (Lumen).
Imagen: "El árbol de la vida" del pintor Carlos Tapia.

2.5.15

estos ojos...


estos ojos
sólo se abren
para evaluar la ausencia



***
Texto: "Aproximaciones", Buenos Aires 1956-1958.
Imagen: detalle de un dibujo de Alejandra Pizarnik incluido en el libro Dos poemas iniciales. Alejandra Pizarnik.

10.4.15

Casa de citas


       "J'en parle afin de traduire un etat de terreur".
                                       Georges Bataille


--Hay como chicos mendigos saltando mi cerca mental, buscando aperturas, nidos, cosas para romper o robar.
--Alguien se maravillaba de que los gatos tuvieran dos agujeros en la piel, precisamente en el sitio de los ojos.
--"Odio a los fantasmas"-- dijo, y se notaba claramente por su tono que sólo después de haber pronunciado estas palabras comprendía su significado.
--Abrí la boca un poco más, así se notará que estás hablando.
--Me siento como si no fuera capaz de hablar más en la vida.
--Hablá en voz muy baja. Y sobre todo, recordá quién sos.
--¿Y si me olvido?
--Entonces bramá.


--Estoy pensando que.
--No es verdad. Cosas desde la nada a ti confluyen.


--A lo lejos sonaba indistintamente la voz de una muchacha que cantaba canciones de su tiempo de muchacha.
--¿En qué pensás mientras cantás?
--En que aquel sueño de ir en bicicleta a ver unas cascada rodeada de hojas verdes no era para mí.
--Sólo quería ver el jardín.
--¿Y ahora?
--Siento deseos de huir hacia un país más hospitalario y, al mismo tiempo, busco bajo mis ropas un puñal.
--Como vos, quisiera ser una cosa que no puede sentir el paso de los años.
--Supongo que el envejecimiento del rostro ha de ser una herida de espantoso cuchillo.
--La vida nos ha olvidado y lo malo es que uno no se muere de eso.
--Sin embargo, cada vez nos va peor.
--Entonces la vida no nos ha olvidado.


--Perras palabras. ¿Cómo han de poder mis gritos determinar una sintaxis? Todo se articula en el cuerpo cuando el cuerpo dice la fuerza inadjetivable de los deseos primitivos.
--Apenas digo el espacio donde se escribe el signo del reflejo de un pensar que emana gritos.

--Soy real-- dijo. Y se puso a llorar.
--¿Real? Andate de aquí.
--Algo fluye, no cesa de fluir.
--Dije que te fueras.
--Dijiste que me fuera. Intento hacerlo desde que me parió mi madre.
--Vos no existís, ni tu madre, ni nada, salvo el diccionario.


--Alcancé el maravilloso poder de simpatizar con cualquier cosa que sufriese.
--No entiendo. Fui al prostíbulo, y esa bella constelación de divinas difuntas.
--Entiendo. La crítica de la puta razón.
--Quedé asombrada con cantidad de asombro pues vi a una mujer montada sobre un animal en estado bruto.
--Mi miedo al dar a la vida un solo adjetivo.
--Siempre tropiezo en mi plegaria de la infancia.
--Siempre así: yo estoy a la puerta; llamo; nadie abre.
--Le dije cuanto había en mi corazón.
--Por eso huyó, ¿verdad?
--A la hora de morir uno canta para sí, no para los demás.
--Sólo en su canto podía reconocerse al amante silencioso.
--Dispersados serán por el mundo las mujeres que cantan y los hombres que cantan y todos los que cantan.


--Y entonces se vestirá tranquilamente con el hábito de la locura.
--De nuevo la sombra.
--Y entonces me alejé o llegué. ¿Tendré tiempo de hacerme una máscara para cuando emerja de las sombras?
--La sombra, ella está aquí. Casa de sal volcada, de espejos rotos. Yo había encontrado un pequeño lugar solitario, propicio para llorar. Esta vez la sombra vino a la tarde, y no como siempre por la noche. Yo ya no encuentro un nombre para esto.
--Esta vez vino por la tarde, y no como siempre por la noche. Volvió a venir, más ya no hallé, aun siendo día, un nombre para aquello. Esta vez parecía amarillo. Yo estaba sentada en la cocina con un fósforo quemado entre los dedos.


                                                     1971


***
Texto: legajo de dos hojas y media, papel tipo avión, corregido a mano por A. P. Versión publicada en Textos de Sombra y últimos poemas, Sudamericana, Buenos Aires, 1982.
Imagen: foto de Alejandra Pizarnik (fecha desconocida).

5.4.15

Las uniones posibles


La desparramada rosa imprime gritos en la nieve. Caída de la noche, caída del río, caída del día. Es la noche, amor mío, la noche caliginosa y extraviada, hirviendo sus azafranadas costumbres en la inmunda cueva del sacrosanto presente. Maravillosa ira del despertar en la abstracción mágica de un lenguaje inaceptable. Ira del verano. Ira del invierno. Mundo a pan y agua. Sólo la lluvia se nos dirige con su ofrenda inimaginable. La lluvia al fin habla y dice.

Meticulosa iniciación del hábito. Crispados cristales en jardines arañados por la lluvia. La posesión del pretendido pasado, del pueblo incandescente que llamea en la noche invisible. El sexo y sus virtudes de obsidiana , su agua flameante haciéndose en contra de los relojes. Amor mío, la singular quietud de tus ojos extraviados, la benevolencia de los grandes caminos que acogen muertos y zarzamoras y tantas sustancias vagabundas o adormiladas como mi deseo de incendiar esta rosa petrificada que inflige aromas de infancia a una criatura hostil a su memoria más vieja. Maldiciones eyaculadas a pleno verano, cara al cielo, como una perra, para repudiar el influjo sórdido de las voces vidriosas que se estrellan en mi oído como una ola en una caracola.

Véate mi cuerpo, húndase su luz adolescente en tu acogida nocturna, bajo olas de temblor temprano, bajo alas de temor tardío. Véate mi sexo, y que haya sonidos de criaturas edénicas que suplan el pan y el agua que no nos dan.

¿Se cierra una gruta? ¿Llega para ella una extraña noche de fulgores que decide guardar celosamente? ¿Se cierra un paisaje? ¿Qué gesto palpita en la decisión de una clausura? ¿Quién inventó la tumba como símbolo y realidad de lo que es obvio?

Rostros vacíos en las avenidas, árboles sin hojas, papeles en las zanjas: escritura de la ciudad. ¿Y qué haré si todo esto lo sé de memoria sin haberlo comprendido nunca? Repiten las palabras de siempre, erigen las mismas palabras, las evaporan, las desangran. No quiero saber. No quiero saberme saber. Entonces cerrar la memoria: sus jardines mentales, su canto de veladora al alba. Mi cuerpo y el tuyo terminando, recomenzando, ¿qué cosa recomenzando? Trepidación de imágenes, frenesí de sustancias viscosas, noches caníbales alrededor de mi cadáver, permisión de no verme por una horas, alto velar para que nada ni nadie se acerque. Amor mío, dentro de las manos y de los ojos y del sexo bulle la más fiera nostalgia de ángeles, dentro de los gemidos y de los gritos hay un querer lo otro que no es otro, que no es nada...




***
Texto: relato publicado en la revista Sur, Buenos Aires, núm, 284, 1963.
Imágenes: fotografías de la serie "El ojo del amor" de René Groebli.

30.3.15

Palabras


Se espera que la lluvia pase. Se espera que los vientos lleguen. Se espera. Se dice. Por amor al silencio se dicen miserables palabras. Un decir forzoso, forzado, un decir sin salida posible, por amor al silencio, por amor al lenguaje de los cuerpos. Yo hablaba. En mí el lenguaje es siempre un pretexto para el silencio. Es mi manera de expresar mi fatiga inexpresable.

Debería invertirse este orden maligno. Por primera vez emplear palabras para seducir a quien se quisiera gracias a la mediación del silencio más puro. Siempre he sido yo la silenciosa. Las palabras intercesoras, las he oído tanto, ahora las repito. ¿Quién elogió a los amantes en detrimento de los amados? Mi orientación más profunda: la orilla del silencio. Palabras intercesoras, señuelo de vocales. Ésta es ahora mi vida: mesurarme, temblar ante cada voz, temblar las palabras apelando a todo lo que de nefasto y de maldito he oído y leído en materia de formas de seducción.

El hecho es que yo contaba, yo analizaba, yo relacionaba ejemplos proporcionados por los amigos comunes y la literatura. Le demostraba que la razón estaba de mi parte, la razón de amor. Le prometía que amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de ser amada por él y no por otro. Es tan difícil hablar de esto. Cuando vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse hacia mi rostro. Quise sus ojos despeñándose en los míos. De esto quiero hablar. De un amor imposible porque no hay amor. Historia de amor sin amor. Me apresuro. Hay amor. Hay amor de la misma manera en que recién salí a la noche y dije: hay viento. No es una historia sin amor. Más bien habría que hablar de los sustitutos.

Hay gestos que me dan en el sexo. Así: temor y temblor en el sexo. Ver su rostro demorándose una fracción de segundo, su rostro se detuvo en un tiempo incontable, su rostro, un detenerse tan decisivo, como quien mueve la voz y dice no. Aquel poema de Dylan Thomas sobre la mano que firma en el papel. Un rostro que dure lo que una mano escribiendo un nombre en una hoja de papel. Me dio en el sexo. Levitación; me izan, vuelo. Un no, a causa de ese no todo se desencadena. He de contar en orden este desorden. Contar desordenadamente este extraño orden de cosas. A medida que no vaya sucediendo.

Hablo de un poema que se acerca. Se va a acercando mientras a mí me tienen lejos. Sin descanso la fatiga; infatigablemente la fatiga a medida que la noche --no el poema-- se acerca y yo estoy a su lado y nada, nada sucede a medida que la noche se acerca y pasa y nada, nada sucede. Sólo una voz lejanísima, una creencia mágica, una absurda, antigua espera de cosas mejores.

Recién le dije no. Escándalo. Transgresión. Dije no, cuando desde hace meses agonizo de espera y cuando inicio el gesto, cuando lo iniciaba... trémulo temblor, hacerme mal, herirme, sed de desmesura (pensar alguna vez en la importancia de la sílaba no).



***
Texto: Alejandra Pizarnik. Prosa completa (Lumen).
Imagen: "The Kiss", fotografía de Emil Schildt.

15.3.15

Alejandra Pizarnik




¿quién puede olvidarte?
tus dientes madrugan
en mi almohada

la saliva de tus ojos
entra por la ventana
con el viento del invierno

en tu luz -oscura- allá
entre las hojas secas
en el río

¿quién podría esperarte?
mi querida hermana Alejandra

óyeme cantar en el día
óyeme cantar



***
Texto: poema de Diana Ávila, escritora costarricense.
Imagen: Alejandra Pizarnik, tomado de Perras Palabras.

19.2.15

Memorial fantasma


Noche ciegamente mía. Sueño del cuerpo transparente como un árbol de vidrio.
Horror de buscar tus ojos en el espacio lleno de gritos del poema.



***
Texto: Papeles de Son Armadans, n.º CLXX, Madrid, mayo de 1970.
Imagen: retrato de PJ Harvey por Anton Corbijn, tomado de la revista Passagen.

25.1.15

Dificultades barrocas



Hay palabras que ciertos días no puedo pronunciar. Por ejemplo hoy, hablando por teléfono con el escritor D. -que es tartamudo- quise decirle que había estado leyendo un librito muy lindo titulado L'impossibilité d'écrire. Dije "L'impossibilité..." y no pude seguir. Me subió una niebla, me subió mi existencia a mi garganta, sentí vértigos, supe que mi garganta era el centro de todo y supe también que nunca más iba a poder decir "écrire". D. -bien o mal- completó la frase, lo cual me dio una pena infinita pues para ello tuvo que vencer no sé cuántas vocales a modo de escollos. ¡Ah, esos días en que mi lenguaje es barroco y empleo frases interminables para sugerir palabras que se niegan a ser dichas por mí! Si al menos se tratara de tartamudez. Pero no; nadie se da cuenta. Lo curioso es que cuando ello me sucede con alguien a quien quiero me inquieto tanto que redoblo mi amabilidad y mi afección. Como si debiera darle sustitutos de la palabra que no digo. Recién, por ejemplo, tuve deseos de decirle a D.: Si es verdad lo que me dice tantas veces, si es verdad que usted se muere de deseos de acostarse conmigo, venga, venga ahora mismo. Tal vez, con el lenguaje del cuerpo le hubiera dado algo equivalente a la palabra écrire. Ello me sucedió una vez. Una vez me acosté con un pintor italiano porque no pude decirle: "Amo a esta persona". En cambio, respondí a sus pedidos con una vaga serie de imágenes recargadas y ambiguas y es así como terminamos en la cama sólo porque no pude decir la frase que pensaba. Terminé también llorando en sus brazos, acariciándolo como si lo hubiera ofendido mortalmente, y pensando, mientras lo acariciaba, que en verdad no lo compensaba mucho, que en verdad yo le quedaba debiendo.



***
Nota de la editora Ana Becciu: "Hoja mecanografiada y corregida a mano por A. P. Escritas a mano en el ángulo superior derecho las iniciales J. C. Sin fecha.

Texto: tomado de Alejandra Pizarnik. Prosa completa (prólogo de Ana Nuño y edición de Ana Becciu). Editorial Lumen, Barcelona.
Imagen: fotografía tomada del blog Perras Palabras.

13.1.15

¿Por qué necesito humillarme?


12/ III [1965]

¿Por qué necesito humillarme?

¿Por qué necesito llamar a quien no quiere venir y por qué me entristece recibir a quien llega con deseos de verme? ¿Por qué el amor de alguien a mí infunde en mí odio por ese alguien y por qué la indiferencia de cualquiera me fascina?

Aun si todo va más o menos serenamente necesito, cada dos o tres meses, una noche de hundimiento.

Necesidad de encarnar presagios y sueños. El mundo externo se opone. Esto es obvio y no obstante no puedo admitirlo; lo quiero --en nombre de mi, digamos, instinto de conservación--, lo quiero, digo, pero no puedo. Queda por averiguar si lo quiero verdaderamente.

Luego, por más que crea haber progresado y madurado, mi sentimiento del amor y del deseo es difuso y confuso como a los cinco, a los diez y a los quince años. Una noche sexual es un corte tajante. No puedo, no sé, no podré nunca unir esa noche a las obligaciones, relojes, horarios, etc. Siempre, después de una noche sexual, hago planes de orden: ordenación de escritos, de lecturas, etc. Como quien estuvo al borde de la muerte y al incorporarse proyecta actos sanos y enérgicos.

Una noche sexual es agonía, es muerte y es la única felicidad.

Pero ciertos gestos, ciertas palabras, yo pierdo conciencia, yo estoy ebria cuando me desnudan, algo lejano y presente. Se repite lo que no se vio nunca. Siempre hago el amor por primera vez. Mi asombro, mi perdición, mi asfixia, mi liberación.

Soy una cobarde. Lo sexual, para mí, es el único camino de iniciación. Yo a veces lo abandono por miedo. Así como para otros el ascetismo, para mí lo sexual.

Pero esta necesidad, además, de consumirse. Este apalear a un animal muerto. ¿Qué pasa en mí que golpeo puertas cerradas? Lo sexual, sí. Pero no sé por qué me fascinan los que no me desean. Éste es mi emblema. Ésta es mi maldición. Cualquiera que te abandone logrará seducirte. Y viceversa. ¿Cuándo empezó?

[...]




***
Texto: Diarios. Alejandra Pizarnik, edición a cargo de Ana Becciu (Lumen).
Imágenes: fotografías tomadas del blog Perras palabras.


5.1.15

El amor es este viaje inútil...


III

El amor es este viaje inútil, pero muy suave,
al otro lado del espejo.

Tantas criaturas en mi sed y en mi vaso vacío.



***
Texto: "Aproximaciones" (Buenos Aires 1956-1958) en la sección "Poemas no recogidos en libros 1956-1960" del libro Alejandra Pizarnik. Poesía Completa (Lumen, Barcelona).
Imagen: fotografía de Francesca Woodman tomada del blog de la revista Baid.


1.1.15

Recuerdos de la pequeña casa del canto


Era azul como su mano en el instante de la muerte. Era su mano crispada, era el último orgasmo. Era su pija parada como un pájaro que está por llover, parada para recibirla a ella, la muerte, la amante (o no)

Ya no sé hablar. ¿Con quién?

Nunca encontré un alma gemela. Nadie fue un sueño. Me dejaron con los sueños abiertos, con mi herida central abierta, con mi desgarradura. Me lamento; tengo derecho a hacerlo. Asimismo, desprecio a los que no se interesan por mí. Mi sólo deseo ha sido

No lo diré. Hasta yo, o sobre todo yo, me traiciono. Como un niño de pecho he acallado mi alma. Ya no sé hablar. Ya no puedo hablar. He desbaratado lo que me dieron, que era todo lo que tenía. Y es otra vez la muerte. Se cierne sobre mí, es mi único horizonte. Nadie se parece a mi sueño. He sentido amor y lo maltrataron, sí, a mí que nunca había querido. El amor más profundo desaparecerá para siempre. ¿Qué podemos amar que no sea una sombra? Murieron ya los sueños sagrados de la infancia y la naturaleza también, la que amaba

                                           abril, 1972


***
Texto: poema tomado de Alejandra Pizarnik. Poesía completa (Lumen).
Nota de la editora: "Se restituye a este texto la parte omitida en Textos de Sombra y últimos poemas, Sudamericana, Buenos Aires, 1982. Es la que precede a 'No lo diré...', en hoja aparte donde figura el título y lleva un 'sí' anotado a mano por AP. Se
suprimen los puntos suspensivos de la edición de 1982".
Imagen: fotografía de Norbert Guthier.