28.12.06

Buma, la pequeña Pizarnik


XV

niña que en vientos grises
vientos verdes aguardó



***

Imagen superior: Buma, así llamaban a Alejandra cuando era pequeña, a los cuatro años junto a otras niñas. Creo que Myriam, la hermana de A.P., es la tercera de izquierda a derecha.
Texto: Poesía completa. Barcelona: Lumen.
Imagen inferior: detalle de la carita de Alejandra.

23.12.06

Alejandra Pizarnik. Noche buena


Miércoles, 24 / XII [1969]


Ellos celebran la Nochebuena,
que sólo lo será para mí también
si logro desanudar mi garganta,
lo cual es improbable.

***

Nota (imagen): Santa Cecilia (1895), John William Waterhouse.

Nota (texto): Pizarnik, Alejandra. 2003. Diarios. Barcelona: Lumen.

19.12.06

4 poemas para la noche de Alejandra Pizarnik



ALGO

noche que te vas

dame la mano

obra de ángel bullente

los días se suicidan

¿por qué?

noche que te vas

buenas noches



NOCHE

Quoi, toujours? Entre moi sans cesse et le bonheur!

G. DE NERVAL

Tal vez esta noche no es noche,

debe ser un sol horrendo, o

lo otro, o cualquier cosa…

¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,

falta candor, falta poesía

cuando la sangre llora y llora!

¡Pudiera ser tan feliz esa noche!

Si sólo me fuera dado palpar

Las sombras, oír pasos,

Decir "buenas noches" a cualquiera

que pasease a su perro,

miraría la luna, dijera su

extraña lactescencia, tropezaría

con piedras al azar, como se hace.

Pero hay algo que rompe la piel,

una ciega furia

que corre por mis venas.

¡Quiero salir! Cancerbero del alma:

¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!

Aún quedan ensueños rezagados.

¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!

¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?

La muerte está lejana. No me mira.

¡Tanta vida Señor!

¿Para qué tanta vida?




AZUL

mis manos crecían con música

detrás de las flores

pero ahora

por qué te busco, noche,

por qué duermo con tus muertos



LA NOCHE

Poco sé de la noche

pero la noche parece saber de mí,

y más aún, me asiste como si me quisiera,

me cubre la conciencia con sus estrellas.

Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.

Tal vez la noche es nada

y las conjeturas sobre ella nada

y los seres que la viven nada.

Tal vez las palabras sean lo único que existe

en el enorme vacío de los siglos

que nos arañan el alma con sus recuerdos.

Pero la noche ha de conocer la miseria

que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.

Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas

Sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.

Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.

Su lágrima inmensa delira

y grita que algo se fue para siempre.

Alguna vez volveremos a ser.


***


Nota (imagen): La clase de danza (1874), Edgar Degas [Alejandra Pizarnik adoraba esta pintura].

Nota (textos): Pizarnik, Alejandra. 2003. Poesía completa. Barcelona: Lumen.

9.12.06

El sueño de la muerte...

EL SUEÑO DE LA MUERTE O EL LUGAR

DE LOS CUERPOS POÉTICOS


Esta noche, dijo, desde el ocaso, me cubrían con una
mortaja negra en un lecho de cedro.
Me escanciaban vino azul mezclado con amargura.

EL CANTAR DE LAS HUESTES DE ÍGOR


Toda la noche escucho el llamamiento de la muerte, toda la noche escucho el canto de la muerte junto al río, toda la noche escucho la voz de la muerte que me llama.

Y tantos sueños unidos, tantas posesiones, tantas inmersiones en mis posesiones de pequeña difunta en un jardín de ruinas y de lilas. Junto al río la muerte me llama. Desoladamente desgarrada en el corazón escucho el canto de la más pura alegría.

Y es verdad que he despertado en el lugar del amor porque al oír su canto dije: es el lugar del amor. Y es verdad que he despertado en el lugar del amor porque con una sonrisa de duelo yo oí su canto y me dije: es el lugar del amor (pero tembloroso pero fosforescente).

Y las danzas mecánicas de los muñecos antiguos y las desdichas heredadas y el agua veloz en círculos, por favor, no sientas miedo de decirlo: el agua veloz en círculos fugacísimos mientras en la orilla el gesto detenido de los brazos detenidos en un llamamiento al abrazo, en la nostalgia más pura, en el río, en la niebla, en el sol debilísimo filtrándose a través de la niebla.

Más adentro: el objeto sin nombre que nace y se pulveriza en el lugar en que el silencio pesa como barras de oro y el tiempo es un viento afilado que atraviesa una grieta y es esa su sola declaración. Hablo del lugar en que se hacen los cuerpos poéticos –como una cesta llena de cadáveres de niñas. Y es en ese lugar donde la muerte está sentada, viste un traje muy antiguo y pulsa un arpa en la orilla el río lúgubre, la muerte en un vestido rojo, la bella, la funesta, la espectral, la que toda la noche pulsó un arpa hasta que me adormecí dentro del sueño.

¿Qué hubo en el fondo del río? ¿Qué paisajes se hacían y deshacían detrás del paisaje en cuyo centro había un cuadro donde estaba pintada una bella dama que tañe un laúd y canta junto al río? Detrás, a pocos pasos, veía el escenario de cenizas donde representé mi nacimiento. El nacer, que es un acto lúgubre, me causaba gracia. El humor corroía los bordes reales de mi cuerpo de modo que pronto fui una figura fosforescente: el iris de un ojo lila tornasolado; una centellante niña de papel plateado a medias ahogada dentro de un vaso de vino azul. Sin luz ni guía avanzaba por el camino de las metamorfosis. Un mundo subterráneo de criaturas de formas no acabadas, un lugar de gestación, un vivero de brazos, de troncos, de caras, y las manos de los muñecos suspendidas como hojas de los fríos árboles filosos aleteaban y resonaban movidas por el viento, y los troncos sin cabeza vestidos de colores tan alegres danzaban rondas infantiles junto a un ataúd lleno de cabezas de locos que aullaban como lobos, y mi cabeza, de súbito, parece querer salirse ahora por mi útero como si los cuerpos poéticos forcejearan por irrumpir en la realidad, nacer a ella, y hay alguien en mi garganta, alguien que se estuvo gestando en soledad, y yo, no acababa, ardiente por nacer, me abro, se me abre, va a venir, voy a venir. El cuerpo poético, el heredado, el no filtrado por el sol de la lúgubre mañana, un grito, una llamada, una llamarada, un llamamiento. Sí. Quiero ver el fondo del río, quiero ver si aquello se abre, si irrumpe y florece del lado de aquí, y vendrá o no vendrá pero siento que está forcejeando, y quizás y tal vez sea solamente la muerte.

La muerte es una palabra.

La palabra es una cosa, la muerte es una cosa, es un cuerpo poético que alienta en el lugar del nacimiento.

Nunca de este modo lograrás circundarlo. Habla, pero sobre el escenario de cenizas; habla, pero desde el fondo del río donde está la muerte cantando. Y la muerte es ella, me lo dijo la canción de la reina. La muerte de cabellos del color del cuervo, vestida de rojo, blandiendo en sus manos funestas un laúd y huesos de pájaro para golpear en mi tumba, se alejó cantando y contemplada desde atrás parecía una vieja mendiga y los niños le arrojaban piedras.

Cantaba la canción en la mañana de niebla apenas filtrada por el sol, la mañana del nacimiento, y yo caminaría con una antorcha en la mano por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, amor mío perdido, y el canto de la muerte se desplegó en el término de una sola mañana, y cantaba, y cantaba.

También cantó en la vieja taberna cercana del puerto. Había un payaso adolescente y yo le dije que en mis poemas la muerte era mi amante y mi amante era la muerte y él dijo: tus poemas dicen la justa verdad. Yo tenía dieciséis años y no tenía otro remedio que buscar el amor absoluto. Y fue en la taberna del puerto que cantó la canción.

Escribo con los ojos cerrados, escribo con los ojos abiertos: que se desmorone el muro, que se vuelva río el muro.

La muerte azul, la muerte verde, la muerte roja, la muerte lila, en las visiones del nacimiento.

El traje azul y plata fosforescente de la plañidera en la noche medieval de toda muerte mía.

La muerte está cantando junto al río.

Y fue en la taberna del puerto que cantó la canción de la muerte.

Al alba venid, buen amigo, al alba venid.

Nos hemos recordado, nos hemos desaparecido, amigo el que yo más quería.

Yo, asistiendo a mi nacimiento. Yo, a mi muerte.

Y yo caminaría por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, a ti, que fuiste el lugar del amor.


Nota (imagen): "Niña huérfana en el cementerio" (1824) de Eugene Delacroix. Museo del Louvre, París.

Nota
(texto): Pizarnik, Alejandra.
2003. (Ed. Ana Becciu). Poesía completa. Barcelona: Lumen.



7.12.06

Hilda la polígrafa

-Sras:
Sres:

Sris:
Sros:

Srus:

A continuación, unos fragmentos de "La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa" de Alejandra Pizarnik:

*
Diversiones Púbicas


Como Jesús y Judas, qué amigos eran, iban a ver las series del brazo y tomaban helado del mismo cucurucho como Lavoisier y Lavater.

[...]

Tu rosa es rosa.
Mi rosa, no sé.

GERTRUDE STEIN

[...]

Felicite en fellatio.

[...]
A pesar de todo la divina comedia continúa representándose en los bajos fondos de la vidurria. Por tanto les digo, lectores hinchas, que si me siguen leyendo tan atentamente dejo de escribir. En fin, al menos disimulen. Prosigo. La Coja cojeó de cujus hasta no dejar títere con cabeza. 28 veces por día corríase al camierdote del cogyman quien acto seguido le daba tarros de alpiste para que la cojotorra le acariciase el canario percherón al susobicho. Los amantes parecían, abrazados, una urna electoral. Por desgracia hicieron un batuque de la maroshka y tuvieron que sacarlos a patadas con cotorra y todo. Pero la coja no se amedrentó por unas pinceladas superculíferas y otras nietzchedades. ¿Debo agradecer o maldecir esta circunstancia de poder sentir todavía amor a pesar de tanta desdicha? Sacha, no jodás.


*
Una musiquita muy cacoquímica


Total estoy = Tolstoy


*
La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa

[...]

Lector, soy rigidísima en cuanto atañe a la etiqueta. Es el buen tono, precisamente, lo que me insta a la precisión de un estado de profusa vaguedad.

[...]

¡Qué damnación este oficio de escribir! Una se abandona al alazán objetivo, y nada. Una no se abandona, y también nada.

[...]

Posdata de 1969. -La supieron los discípulos de Orgasmo, autor de una adamantina chupada de medias al loquero cuyo título mis pajericultos lectores conocen.


***

Nota (imagen): Fotografía de Alejandra Pizarnik, vestida de Hilda la Polígrafa, junto a Arturo Carrera.

Nota (texto): Pizarnik, Alejandra. 2002. Prosa completa. Barcelona: Lumen.

4.12.06

Entrevista a Alejandra Pizarnik (Lagunas)

Entrevista de Alberto Lagunas

DOS PALABRAS PARA UN REPORTAJE
Alberto Lagunas
Entrevisté a Alejandra Pizarnik inmediatamente después de que ella ganara el primer premio en el concurso a la producción literaria de 1965 por "Los trabajos y las noches", organizado por la Municipalidad de Buenos Aires.
Este reportaje fue publicado en 1966 en un diario de Rosario de escaso tiraje, ya desaparecido.
Tanto las preguntas como las respuestas fueron hechas por escrito, de manera que la palabra de la poeta se presenta sin ninguna alteración.

EL REPORTAJE
A.L: ¿Sabe realmente cuándo comienza a escribir un poema, en otras palabras, cree en la inspiración?
A.P.: No puedo creer en la "inspiración". Pero no se trata de una creencia sino de asistir a una evidencia.
A.L.: ¿Cómo "trabaja’ o "siente" la poesía que hace?
A.P..: Casi siempre trabajo mis poemas a larga distancia. Me importa mucho el rol de la noción de distancia en la compleja relación autor-poema. Pero distancia, en lengua argentina, suele equivaler a frialdad. Ignoro el sentido de este término y agrego que necesito más inspiración (o como quiera llamarse) para trabajar un poema que para alumbrarlo (verbo más adecuado a la segunda etapa, la del trabajo, que no conviene llamar trabajo por su connotación utilitaria). No sé qué otro término podría emplearse pero yo hablaría de intento de curación o de reparación del poema, lo cual no tiene relación alguna con el acto aplicado y escolar de corregir cuartillas con fines de perfección externa de eso que llaman forma.
A.L.: ¿Qué significan para Usted los premios?
A.P..: Una cierta suma de dinero. En cuanto a los premios honoríficos, o sea sin billetes, les quito todo derecho de autodenominarse premios.
A.L.: ¿Cómo ve el panorama literario argentino?
A.P..: No logro verlo. En cambio, vislumbro el panorama literario latinoamericano: Vale la pena frecuentarlo.
A.L.: ¿Qué nombres marcarían el siglo XX literario?
A.P..: Kafka, Breton, Joyce Sigma
A.L.: ¿Se atrevería a definir la poesía?
A.P..: No. No me atrevería.
A.L.: ¿Habría diferencia entre "lo poético" y "lo literario"?
A.P..: Hay inmensas diferencias. El sol es poético y no es literario. Cualquier objeto y cualquier sujeto puede ser poético sin ser literario.
Por otra parte, hay que distinguir entre lo poético y el poema, como así también entre lo literario y la literatura. O sea, lo poético y lo literario son atributos inmanentes de sujetos y objetos variados. La alquimia poética o la alquimia literaria puede hacerlos "visibles" como diría Paul Klee, y es esta una de las razones por las que la poesía y la literatura son apasionantes.
A.L.: ¿Qué le preocupa más cuando da a conocer un libro de poesías?
A.P..: Cuando doy a conocer un libro de poesías nada me preocupa porque me alegra demasiado la perspectiva de quitarme de encima el peso de mis poemas, tan livianos cuando dejan de ser míos o inéditos y cuando algún lector privilegiado los asume y, así, me ayuda a compartir el terrible peso de la palabra solitaria, que deja de serlo gracias a esta operación maravillosa como es el encuentro entre un lector y un poema.
A.L.: ¿En qué está trabajando actualmente?
A.P..: Estoy esperando que sea octubre para ver publicado por Sudamericana mi sexto libro de poemas: “Fragmentos para dominar el silencio” (1). Entretanto, trabajo en poemas nuevos (creo que nuevos en todos los sentidos de esta palabra ambigua) que constituirán un séptimo libro de poemas. Aún no tiene título pero yo lo llamo “J.B.” por Jerónimo Bosch (algunos poemas se relacionan con dos cuadros de él). En fin, ignoro si se trata de un libro o de una prueba en el sentido trágico y antiguo, cuando el destino probaba a una criatura humana infligiéndole alegrías y desdichas peculiares. Pero prefiero no seguir hablando de lo que aún no es.
Notas:
(1) "Fragmentos para dominar el silencio” volumen que luego llevó por título "Extracción de la piedra de locura" (Sudamericana, 1968).
(2) "J.B." es posible que sea "El infierno musical" (Fondo de Cultura Económica, México, 1971-72). Ambos títulos aluden a obras del pintor flamenco.

Nota: Encontrado en:
http://sololiteratura.com/php/docinterno.php?cat=miscelanea&doc=356

1.12.06

La conciencia del fuego...


La conciencia del fuego apagó la de la tierra. Mi visión del mundo se resuelve en un adiós dudoso, en un prometedor nunca.
Culpa por haberme ilusionado con el presunto poder del lenguaje.
Todo es un interior. Por tanto, el poema es incapaz de aludir hasta a las sombras más visibles y menos traidoras.
Hablar es comentar lo que place o disgusta. Lenguaje visceral constatador de los fantasmas de las apariencias.
Escribir no es más lo mío. Con sólo nombrar alcoholes temibles, yo me embriagaba. Ahora –lo peor es ahora, no el miedo a un desastre futuro sino la de algún modo voluptuosa constatación del presente infuso de presencias desmoronadas y hostiles. Ya no es eficaz para mí el lenguaje que heredé de unos extraños. Tan extranjera, tan sin patria, sin lengua natal. Los que decían: "y era nuestra herencia una red de agujeros", hablaban, al menos, en plural. Yo hablo desde mí, si bien mi herida no dejará de coincidir con la de alguna otra supliciada que algún día me leerá con fervor por haber logrado, yo, decir que no puedo decir nada.

8 de agosto de 1971

Nota (imagen): La Muse, óleo de Picasso.

Nota (texto): Pizarnik, Alejandra. Prosa completa. Barcelona: Lumen.